lunes, 23 de agosto de 2010

El ID ONE de Cartier: ¿el futuro de la relojería mecánica?


Yo pienso que sí, que Cartier tiene en su futuro inmediato la llave de la alta relojería mecánica. Muchas marcas han estado innovando a través de los años con materiales, complicaciones y hasta con escapes innovadores, pero la realidad es que han formado más bien parte de un cambio gradual que de una revolución. Pero Cartier se embarcó hace unos años en un esfuerzo de investigación sin precedentes con una ambición amplia y de largo plazo: idear y construir el mejor movimiento que se pudiera con la tecnología actual o en desarrollo. El resultado es el Cartier ID ONE, por ahora un reloj concepto. Por cierto, algo que no se buscó específicamente, pero que al trabajar en este proyecto Cartier se encontró, es que terminó teniendo en las manos un movimiento con precisión muy cercana a la de un reloj de cuarzo...

Lo más interesante de este concepto es que como sucede en la Fórmula 1 de carreras de autos, la tecnología desarrollada en el ID ONE, Cartier la implementará gradualmente en sus calibres en los próximos años. En este sentido, Cartier le apostó a una revolución integral para su alta relojería. Durante años produjeron más joyería en sus relojes que relojería en sí, pero parece que la casa parisina ahora se quiere comer el pastel del futuro de la relojería.

El enfoque de Cartier para crear el ID One era simple: una máquina que no requiriera regulación ni ajuste durante su vida útil, que tampoco requiriera lubricación (el talón de Aquiles de los relojes mecánicos) y que sencillamente acabara con los problemas de la tecnología mecánica. Después de tantos años, nadie sabía si era posible.

Los problemas de la relojería mecánica

Con la inclusión de materiales amagnéticos, indeformables y de bajo coeficiente de expansión térmica, los problemas de la relojería mecánica están casi exclusivamente concentrados en dos aspectos: el ajuste y la lubricación.

Uno de los costos más altos al producir un reloj mecánico de calidad se genera del tener que ajustarlo y regularlo de manera que sea lo suficientemente preciso y exacto. Esto es en gran parte porque debe hacerse a mano por un relojero experto, al cual muy probablemente le tomará bastante tiempo hacerlo. Los mejores relojes pueden lograr entre uno y dos segundos de adelanto diario en todas las posiciones de uso. Sin embargo, para cuando el reloj llegue a su primer servicio, tres o cinco años después, es muy probable que ya no esté tan bien ajustado como cuando nuevo. Entonces debe ajustarse y regularse de nuevo, con el costo económico y temporal asociado. La razón de esto es que durante el uso normal algunas de las piezas mecánicas pueden haber sufrido un desgaste o maltrato, que cambien el ajuste del reloj. Aún si este no es el caso, simplemente el desarmar un movimiento para limpiarlo y aceitarlo, muy probablemente desajustará el reloj.

El problema de fondo con todo esto es que un ajuste implica cambios físicos en el mecanismo del reloj que en general no son simples de hacer y por lo tanto costosos de lograr. Incluso la regulación (mucho más simple que el ajuste) presenta problemas ya que o bien se manipula el volante en sí o se mueve el registro de regulación, lo cual puede frecuentemente destruir un buen ajuste y por tanto no siempre es deseable.

El otro problema es la lubricación. Desde la invención del primer cronómetro (no confundir con cronógrafo) de bolsillo preciso por parte de Harrison en 1759, la pequeñez de los mecanismos involucrados en la relojería ha requerido de lubricantes para que las piezas se deslicen entre sí o roten con suficiente libertar para permitir el funcionamiento del reloj. Pero como todo mecanismo que requiere lubricación, también tiene problemas precisamente derivados de la lubricación.

El aceite se degrada y evapora con el paso del tiempo. O bien atrae pequeñas partículas de polvo provenientes del exterior así como virutas de metal provenientes del mismo reloj convirtiéndose entonces el lubricante en un seguro agente de destrucción interna.

La solución Cartier

Uno de los enfoques que tomó Cartier fue usar materiales nunca antes usados en relojería.

El volante, el áncora y la rueda de escape por ejemplo, fueron confeccionados en cristal de carbono. El cristal de carbono es un tipo de diamante artificial y por lo tanto duro y ligero.
Igualmente importante, tiene un bajo coeficiente de fricción lo cual significa que no necesita lubricación. El cristal de carbono es también insensible a cambios de temperatura y al magnetismo. Finalmente, este material puede moldearse con precisión micrométrica, por lo que las partes fabricadas con éste, no necesitan balancearse.

Para la espiral Cartier seleccionó un material conocido como Zerodur, una cerámica de coeficiente de expansión nulo para todo propósito práctico. El truco de cero expansión se logra embebiendo microcristales que se contraen al aumentar la temperatura dentro de vidrio que se expande. Al ser de una sola pieza y extremadamente ligera, la espiral no necesita, de hecho no puede, ajustarse. Tampoco lo necesita, la propiedad elástica del material junto con su ligereza resulta en un latido prácticamente homogéneo en cualquier posición.

Igual que en el escape, se usa cristal de carbono para el tren de engranes, mientras que los pivotes y piñones son de titanio. Claramente eso los hace más resistentes a los impactos.


Por otro lado el escape, corazón del movimiento, está embebido en una "caja" de fira de carbono y caucho que protege al mecanismo de los golpes de manera integral, aumentando su durabilidad.



Todas estas consideraciones en la construcción ciertamente resultan en un excelente movimiento en su conjunto que vale la pena proteger de los impactos. Cartier nuevamente recurrió a los materiales de última generación para construir una "jaula" en la cual va montado el escape completo. La jaula está construida de cristal de carbono que descansan en bloques de caucho y titanio para absorber los impactos.



Desempeño

Aunque sin proponérselo específicamente en este proyecto, Cartier obtuvo un movimiento con características de precisión y exactitud muy interesantes. Comparado con un movimiento automático normal, el ID One presenta un error cronométrico extremadamente mínimo independientemente de si está a cuerda total, media o casi nula. Su desviación máxima medida es de +1 segundo. Un movimiento automático típico, incluso uno de excelente calidad, tiende a disminuir en amplitud del volante al acabarse la reserva de marcha.

En promedio, el ID One gana 0.8 segundos por día, lo cual es escencialmente igual al 0.5 segundos de adelanto diario que presenta un movimiento de cuarzo típico. Además, esto tiene el beneficio extra de no necesitar ajuste ni aceitado, eliminando los problemas principales de poseer un reloj mecánico. Como los relojes de cuarzo, ante la falla de alguno de los componentes, simplemente se sustituye la parte afectada sin mayor ajuste y el mecanismo está listo para seguir su interminable latir.

¿Es la solución de Cartier el futuro de la alta relojería? Como siempre, el tiempo y los primeros modelos de producción lo dirán...