Recientemente me tocó atender un par de episodios con mi hija pequeña que se antojan bastante tensos: en uno de ellos, a la bebé se le subió de súbito la temperatura y comenzó a convulsionarse. Recuerdo lo que hice muy en general y la llamada al pediatra mientras aún terminaban las convulsiones. --Ya hizo lo correcto-- me dijo el galeno --ahora vea que baje la fiebre. Habiendo verificado con el profesional, procedí a bajarle la temperatura con un baño tibio y el clásico supositorio. No pasó a más y un análisis posterior mostró que no habría mayor problema. Sin embargo los recuerdos de quienes estuvieron a mi alrededor durante el episodio son significativamente diferentes a los míos; aparentemente con mucho detalle con la sensación de que cada cosa sucedía como en cámara lenta. Para mí en cambio, el evento es un recuerdo sin cambios de velocidad a la Matrix y sin detalles especialmente vívidos. Obviamente diferentes personas reaccionamos diferente a situaciones de presión. Mi intuición es que lo que sucede en nuestros cerebros ante situaciones difíciles depende de la exposición previa de cada persona a situaciones realmente severas. Sin duda es interesante ver qué se ha averiguado al respecto desde un punto de vista objetivo.
En los últimos años, un grupo de neurocientíficos se han dado a la tarea de averiguar cuánto mito y cuánta verdad hay en la creencia, algo generalizada, de que la percepción del cerebro se acelera cuando estamos sometidos a un gran estrés. La hipótesis es que de alguna forma el cerebro logra captar más detalles por segundo y que por eso se recuerdan ciertas situaciones como de mayor duración.
Una vez planteada claramente como una hipótesis, esta idea puede comprobarse. Con este propósito, hace algún tiempo un grupo de voluntarios fue sometido a la experiencia de arrojarse sin paracaídas desde una torre de 50 metros hacia una red.
Primero se comprobó que realmente fuera una experiencia escalofriante, algo que seguro resultó la parte fácil del estudio. Pero el meollo del asunto, consistió en ver si durante esta experiencia el cerebro realmente funcionaba de forma acelerada y captaba muchos más detalles por segundo. Para ello los participantes del singular experimento, tenían que leer un reloj digital que encendía y apagaba un número tan rápido que no era posible leerlo... A menos que el cerebro pudiera realmente acelerar su percepción.
Los sujetos en el estudio en efecto reportaban que la experiencia parecía haber sido interminable (en realidad toda la caída dura únicamente 3 segundos) y cuando se les invitó a, después de arrojarse, cronometrar la duración de la ingrávida experiencia de otro participante, en su gran mayoría paraban el cronómetro mucho después de la duración de la caída real, y que antes habían medido correctamente previo a su salto. Claramente, el recuerdo de la experiencia parecía más largo una vez que habían vivido estos mentalmente dilatados 3 segundos.
Nomás son 3 segundos... Sólo 3 segundos.. Sólo... |
Algo que ya es conocido por las neurociencias respecto al funcionamiento del cerebro, es que recuerda los eventos como más duraderos cuando por alguna razón acumula más recuerdos de ellos. Esto sucede por ejemplo con la edad del cerebro. Todos recordamos veranos larguísimos de niños y no tanto como adultos. De hecho, es universal que de niños parezca que la vida en general transcurre lentamente; nunca pasa esto de adultos. El cerebro joven simplemente y de manera natural puede captar, dada su mayor plasticidad, muchos detalles de cada vivencia.
En el caso de las situaciones de alto impacto para el cerebro cuando piensa que está en peligro, sucede algo similar. La adrenalina afecta entre otras cosas una parte del cerebro inferior llamada amígdala, misma que emite sustancias que estimulan los centros receptores del neurocórtex de manera que por un breve periodo pueden acumular más y más variados recuerdos del evento. Así, vistos en retrospectiva, los eventos parecen ser más largos simplemente porque tenemos más recuerdos en total del evento, no porque podamos percibir más sensaciones por segundo.
Y más allá de las generalidades implícitas en estos experimentos, la experiencia previa afecta sin duda la manera en que el cerebro propio es estimulado. Muy probablemente los sujetos escogidos no contaban en su mayoría con experiencia de paracaidistas; sospecho que en tal caso no hubiera sido tan claro que la experiencia era de real estrés para los sujetos como para que el experimento pudiera discernir si la hipótesis era comprobable.
-Espaciotiempo
Mira tiene mil años la entrada, pero he de decirte que cuando peleo, veo todo a cámara lenta, literal, a veces me he sorprendido de lo lento que iba todo y lo fácil que me resultaba esquivar, golpear, esquivar y volver a golpear, y todo a cámara super lenta, me digas lo que me digas esa es mi percepción y sin lugar a dudas puedo actuar más rápido que la otra persona ya que yo lo estoy percibiendo todo muy lento.
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